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José Ignacio López

 

Periodista. Vocero del ex presidente de la Nación, Raúl Alfonsín.

¡Treinta años atrás!
 

   El llevaba meses de prédica recitando el Preámbulo en una inolvidable campaña electoral y a mí me esperaba una gran sorpresa sino la mayor de la vida.

   Con más de veinte años en el periodismo iniciado y desplegado en La Nación hasta 1975, en aquél memorable 83 escribía los comentarios políticos de la agencia DYN, recogidos también por Ecos Diarios, secundaba a Magdalena Ruiz Guiñazú en radio Continental, tenía a cargo el Panorama Religioso en Clarín y participaba del noticiero de cierre de canal 13.

   Año de ilusión creciente, de entusiasmos desbordantes. Un largo y trágico período de muerte y desolación, la dictadura, agigantaba esa primavera que estallaría en las fiestas inescindibles del 30 de octubre-10 de diciembre. ¡La alegría de la libertad, de votar, de participar!! ¡La recuperación de la democracia!

 

   Partícipe de ese entusiasmo ciudadano, comprometido con el ejercicio profesional. Un puñado de días después de aquél domingo de elecciones, asomó la sorpresa mayúscula. Era 10 de noviembre cuando David Ratto, mucho más que el creador del RA , del saludo de Alfonsín y de la inolvidable campaña, me acompañó hasta la quinta de Boulogne, de la que salí estrenando mi función para anunciar que Ratto sería consejero presidencial en Comunicación y Emilio Gibaja, el secretario de Información Pública. Y desde el día siguiente, acompañé al presidente Alfonsín en toda su gestión y permanecí trabajando con él hasta diciembre de 1989.

 

   Aquélla recuperación de la democracia nos conmovió a todos por igual y la compartimos sin diferencias en nuestras memorias.Hacer memoria de esos días liminares es evocar un momento de alegría compartida, de disposición colectiva a la acción conjunta, a la reconstrucción de la confianza. Más allá del ocasional resultado electoral , la fiesta era y fue de todos. Esa circunstancia, ese principio de gestación democrática es un resquicio para mirar el pasado desde una actitud diferente. ¡Con demasiada, enfermiza asiduidad, los argentinos miramos para atrás sólo para seguir asignando culpas y responsabilidades en espaldas ajenas!

   Remontarnos al espíritu dominante en aquélla primavera del 83, es una nueva invitación para celebrar estas tres décadas más unidos, más dispuestos a tender la mano, a revisar actitudes y conductas propias, a asumir la dirigencia, toda la dirigencia, su cuota parte de responsabilidad en esta transición demasiado larga: extendida en el tiempo por mezquindades y grandezas ausentes.

 

  El último día de marzo de 2009 murió Raúl Alfonsin. Esa noche quise recuperar aquella condición de vocero del Presidente porque creí que era el mejor modo de despedir al amigo – amistad construida en esos seis años inolvidables – y a la vez despedirme de esa función que me honró y me enorgullece.¿Acaso no hicieron lo mismo los miles de argentinas y argentinos que desfilaron incesantemente por el Congreso o lo despidieron desde sus hogares o desde las plazas y calles de sus ciudades o pueblos?

   Estuvo lúcido casi hasta el final, espiritualmente sereno y en paz con su conciencia pero como tantas otras veces angustiado por el desvarío de una dirigencia no sólo política atrapada por “la intolerancia, la violencia, el maniqueísmo, la compartimentación de la sociedad… la indisponibilidad para el diálogo y el acuerdo”, rémoras con las que carga nuestra democracia.

 

   Lo había dejado dicho aquella tarde junto a su busto recién emplazado la última vez que volvió a la Casa Rosada y pasó entre los granaderos como tantas mañanas y tantas noches de aquel período de transición, augural de la democracia recuperada. Ese día, con la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner a su lado, desde su firme convicción tendió su mano y lanzó su deseo esperanzado: “Propongo que todos lo intentemos con la cabeza y el corazón en el presente y la mirada hacia el futuro. Porque los argentinos hemos vivido demasiado tiempo discutiendo para atrás”. Palabras que vuelven a resonar auspiciosas ¡treinta años después!.

 

Hacer memoria de esos días liminares es evocar un momento de alegría compartida, de disposición colectiva a la acción conjunta, a la reconstrucción de la confianza. Más allá del ocasional resultado electoral, la fiesta era y fue de todos.

2010 - present

2010 - present

Año de ilusión creciente, de entusiasmos desbordantes. Un largo y trágico período de muerte y desolación, la dictadura, agigantaba esa primavera que estallaría en las fiestas inescindibles del 30 de octubre-10 de diciembre. ¡La alegría de la libertad, de votar, de participar!! ¡La recuperación de la democracia!

Estuvo lúcido casi hasta el final, espiritualmente sereno y en paz con su conciencia pero como tantas otras veces angustiado por el desvarío de una dirigencia no sólo política atrapada por “la intolerancia, la violencia, el maniqueísmo, la compartimentación de la sociedad, la indisponibilidad para el diálogo y el acuerdo”

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