Julio Bárbaro
Politicólogo, referente histórico del Peronismo, escritor
Peronismo y Democracia
Cuando hoy hablamos sobre el peronismo no solemos saber a qué nos referimos. Algunos imaginan a un partido que hace tiempo dejó de existir, una fuerza que tuvo demasiado poder y fue olvidando sus objetivos. La mayorÃa de los que gobiernan en su nombre lo hace tan necesitados de sus votos como ignorante de sus objetivos.
Hasta intentan asustar con la idea de que no se puede gobernar sin ese presunto aparato; otros explican que las fuerzas alternativas no logran vigor porque ese fantasma excesivo ocupa todo el espacio polÃtico. Ambas miradas hacen de cuenta que sobran las vocaciones y las propuestas, primera falacia; suponen, en un segundo enredo, que la idea de lo colectivo guÃa nuestros sueños pero que el fantasma del peronismo limita su accionar.
Una lectura histórica muestra que el movimiento que articuló Juan Domingo Perón surgió para imponer la visión cultural y la representación polÃtica de los marginados en una sociedad permeada por la mirada europea, tanto de las élites como de los inmigrantes, que sólo sabÃan de izquierda o derecha, de anarquismo y de autoritarismos. El peronismo nació, como fuerza original, para abrir la polÃtica a quienes no participaban del poder económico, y ante la resistencia de este poder se generó una fractura entre los humildes y los llamados gorilas, individuos que despreciaban al pueblo trabajador y en especial su forma de vida. Hubo golpes y sueños democráticos y dieciocho años de exilio, durante los cuales en nombre de Perón se proscribió la opinión de los humildes. No obstante el movimiento resistió y por fortuna Perón regresó a tiempo para actualizar su legado: de modo categórico condenó el sectarismo y la violencia, y convocó al encuentro de todas las fuerzas con raÃz democrática. ¿Cómo pueden hoy pretender heredarlo quienes, tan luego, cuestionaron ese legado?
En las últimas décadas la polÃtica no se destacó como una pasión de nuestra sociedad, Eso explica que hoy quienes merecen nuestro respeto y admiración estén por lo general lejos de los cargos públicos. Los argentinos, que creemos caracterizarnos por la inteligencia, hemos dejado la polÃtica en manos de la precaria viveza.
En esencia, carecemos de proyectos colectivos que se puedan concretar en polÃticas de Estado. En ese vacÃo se imponen grupos minoritarios tan mediocres como fanáticos y autoritarios, que intentan perpetuarse y revelan asà cuán pasajeros son sus designios. Sucedió ayer con Carlos Menem: se impusieron los gurúes de la economÃa. Sucedió luego con Néstor Kirchner y sucede hoy con Cristina Fernández de Kirchner: se imponen quienes parasitan la memoria de los ’70 para disfrazar con contenidos revolucionarios la desmesura de su ambición. En ambos casos, la memoria del peronismo ha funcionado como una cantera de votos, votos que la nostalgia ha cedido a la mediocridad.
En materia polÃtica, la tensión entre el pensamiento y la realidad define el vector que marca el rumbo a los gobiernos. ¿Qué rumbo lleva la caterva de burócratas que intenta convencernos, con un discurso inflamado de agresividad, de que no existe otro futuro que la eternidad de sus cargos y sus caprichos?
Hoy el peronismo no es un partido polÃtico ni un rumbo ideológico. Aquella fuerza que supo ser una escuela de polÃtica y de poder se convirtió, por abuso de su nombre, en un refugio de las peores ambiciones.
Es imprescindible recuperar el peronismo como expresión de los humildes para superar la tragedia de nuestra sociedad fracturada. Pero no como memoria, sino como doctrina activa. Como recuerdo, no puede llegar más lejos que a sustentar cuanto liderazgo personalista y autoritario se nos ocurra votar como alternativa a la verdadera polÃtica.
No podemos permitir que los burócratas y los resentidos continúen parasitando el peronismo como integración social y la violencia de los ’70 como tragedia. Urge una sÃntesis superadora que eche abajo esta muralla por la cual no podemos ver el futuro que necesitan y merecen nuestros hijos. Hemos agotado la denuncia del genocidio de la dictadura y es tiempo de que aquellos cómodamente instalados en el lugar de vÃctimas realicen la autocrÃtica de sus propios errores.
Cada quien debe asumir el lugar que ocupa en la polÃtica del presente. Las ideas deben importar más que los recuerdos.
Cuando lo logremos, habrá llegado al fin el tiempo de la democracia de verdad. Podremos entonces sentirnos honrados de las virtudes de nuestra polÃtica y de sus artÃfices, y dejar de usar al peronismo como excusa. Convertir el pasado en riqueza es la única manera de ingresar al futuro.
En las últimas décadas la polÃtica no se destacó como una pasión de nuestra sociedad, Eso explica que hoy quienes merecen nuestro respeto y admiración estén por lo general lejos de los cargos públicos. Los argentinos, que creemos caracterizarnos por la inteligencia, hemos dejado la polÃtica en manos de la precaria viveza. En esencia, carecemos de proyectos colectivos que se puedan concretar en polÃticas de Estado. En ese vacÃo se imponen grupos minoritarios tan mediocres como fanáticos y autoritarios, que intentan perpetuarse y revelan asà cuán pasajeros son sus designios.
2010 - present
2010 - present
Es imprescindible recuperar el peronismo como expresión de los humildes para superar la tragedia de nuestra sociedad fracturada. Pero no como memoria, sino como doctrina activa. Como recuerdo, no puede llegar más lejos que a sustentar cuanto liderazgo personalista y autoritario se nos ocurra votar como alternativa a la verdadera polÃtica.
Cada quien debe asumir el lugar que ocupa en la polÃtica del presente. Las ideas deben importar más que los recuerdos. Cuando lo logremos, habrá llegado al fin el tiempo de la democracia de verdad. Podremos entonces sentirnos honrados de las virtudes de nuestra polÃtica y de sus artÃfices, y dejar de usar al peronismo como excusa. Convertir el pasado en riqueza es la única manera de ingresar al futuro.