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    Corría el año 1983. En todo el país había un nuevo despertar teñido de entusiasmo y expectativas. Por fin la democracia daba sus primeros pasos después del terrorismo militar. Renacieron los soportes institucionales de ese nuevo aprender a vivir, basado en la libertad, en los derechos y en las garantías que la Constitución brinda a los ciudadanos.

 

   A nivel local, para la Intendencia fue elegido el Dr. Domingo José Taraborelli. El Consejo Escolar fue una de esas instituciones que acompañan al Ejecutivo y al Concejo Deliberante. Estaba constituido por Enrique Martínez, Delia García de Betz, Carla Stancovich, Inés C. de Requejo, Ilma Hebe Galar y quien suscribe, Berta Elvira Rivero. Como secretario administrativo, el Consejo nombró a Ambrosio Díaz Cabrera.

 

   Teníamos que volcarnos a la ley de los Consejos Escolares ya casi olvidada y asesorarnos definitivamente sobre nuestros objetivos, planes y metas. No fue fácil. Aunque antes de las elecciones nos habíamos informado sobre el alcance de nuestras obligaciones, el estar aún en la docencia me permitió conocer muchas de esas necesidades, antes de ocupar la presidencia del Cuerpo.

 

   Visitamos todas las instituciones educativas dependientes de la Provincia. Cubríamos las prioridades edilicias, y mobiliarias fundamentalmente. Contamos con el apoyo de la Escuela Industrial, cuyos alumnos restauraban muebles escolares, y convocábamos a las Asambleas de docentes para la selección de cargos. Nos correspondía la inscripción de aspirantes a la docencia, el registro B de emergencia, la convocatoria de provisionales y suplentes, la inscripción para cubrir cargos diversos.

 

     También notificábamos el puntaje docente y se tenía muy en cuenta para cubrir los cargos respectivos. Se extendían resoluciones para todas las ramas y niveles de enseñanza. Asimismo era de nuestra incumbencia confeccionar y elevar a la Dirección de Escuelas y Cultura, estadísticas sobre las asistencias de personal docente, titular administrativo y de servicio, como también del alumnado.

 

    Teníamos la potestad de realizar sanciones como apercibimientos, suspensiones o traslados. También tratábamos temas como becas, permutas, reincorporaciones, Junta Médica, seguro escolar, legajo personal y muchas otras tareas afines. Avalamos una iniciativa de luz y fuerza para la creación de una Escuela Media en la playa. Este Consejo realizó los trámites necesarios hasta que logró esa creación que se hizo efectiva al año siguiente. Respecto al tema de las licencias, propusimos un estricto control, lo cual mejoró notablemente el sistema.

 

   También el flamante Consejo Escolar de la democracia organizó cursos sobre cooperativas de trabajo, llamando para su enseñanza y difusión a personal de la Fundación de La Dulce. Se organizó un curso de música con los alumnos de primaria que lo dirigió una persona muy conocida en el ámbito de la enseñanza, quien llegó desde la ciudad Buenos Aires. Se llevó a cabo en las adyacencias del Consejo que funcionaba al lado de la Escuela Nº2.

 

   Dado el tiempo transcurrido, resulta difícil recordar todo lo que se hizo, lo cual consta en las actas de las reuniones. Trabajamos ad-honorem durante muchos meses, hasta que por iniciativa del Intendente se logró que el Concejo Deliberante destinara una partida para los miembros del Consejo Escolar. A partir deentonces comenzamos a percibir cincuenta pesos mensuales.

 

   Finalmente quiero destacar el nivel cultural y educativo de cada uno de los integrantes del Consejo y por sobre todo su calidad de personas dedicadas con profesionalismo y voluntad al cumplimiento de las demandas y de las múltiples tareas que exigía el funcionamiento de la institución.

 

    Fue un muy buen equipo que a partir del disenso pudo ponerse de acuerdo para cumplir con lo que la ciudadanía necochense exigía a través del voto: trabajar sin poner delante intereses espurios. Por eso puedo afirmar que a ninguno de sus integrantes se le ocurrió poner palos en la rueda, porque entendió que el carro sólo tendría movilidad si lo empujaban entre todos. Y así fue.

Berta Elvira Rivero

Docente jubilada

Presidente del Consejo Escolar en 1983

Un nuevo aprender a vivir
 
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